24 de septiembre de 2011

EL CORDERO DE LANA DORADA


Había una vez un hombre pobre que tenía un hijo. 
Cuando este hijo creció, su padre lo mandó a buscar trabajo. El jovencito viajó y viajó, buscando un lugar donde pudiese trabajar, hasta que por fin se encontró con un hacendado que resolvió emplearlo como pastor.
Al día siguiente, su patrón le dio una flauta y lo envió con las ovejas para probar si servía para ese trabajo. El muchacho no se quedó holgazaneando, como hacían otros pastores, y durante todo el día llevó el rebaño de un lado a otro mediante el alegre sonido de su flauta.
Entre las ovejas había un cordero de lana dorada, tan bonito y brillante que daba gusto mirarlo. Cada vez que escuchaba la flauta, comenzaba a danzar. El joven se encariñó tanto con él que decidió no pedir ningún otro pago, más que ese pequeño corderito.
Al atardecer, volvió a la casa de su patrón, que ya lo esperaba en la tranquera. Éste comprobó con satisfacción que no faltaban ovejas y que además estaban bien alimentadas. Decidió entonces contratar al joven, quien declaró querer como todo pago aquel cordero de lana dorada.
El hacendado también era muy apegado al corderito y se lo prometió de mala gana, pero con el tiempo estuvo de acuerdo, al comprobar que el muchacho era verdaderamente un buen pastor.
Terminado el año, el joven recibió el cordero y partió llevándolo consigo.
Viajaron todo el día. Anochecía ya cuando llegaron a un pueblo y el pastorcito decidió  pedir abrigo en una granja para pasar la noche.
Los dueños de la granja tenían una hija, que cuando vio el cordero de lana dorada, se lo quiso quedar. Cerca de media noche la joven se levantó y... vean lo que pasó: en el mismo instante en que tocó el cordero quedó enredada en su lana.  
Cuando el joven se despertó la encontró así, pegada al cordero. Como no consiguió separarlos, y como no podía dejar atrás al cordero, se llevó a los dos.
Unas casas más adelante, comenzó a tocar la flauta y el cordero se puso a bailar con la joven, enredada en su dorso.
Al doblar una esquina, una mujer que estaba horneando pan vio al cordero bailando, y entre su lana, a la hija del granjero. Tomó la pala del horno para asustarla, corrió y le gritó:
- “¡Vuelve a tu casa, no seas tonta!”
Como la joven continuaba danzando, la mujer gritó más fuerte:
- “¿Por qué no me obedeces?”
Y le dio un golpe con la pala, que inmediatamente quedó pegada a la espalda de la joven en tanto la panadera quedaba adherida a la pala. Al cordero pareció no importarle y se llevó a las dos de esa manera.
Caminando, llegaron a la iglesia. Allí el pastorcito comenzó a tocar nuevamente y el cordero a bailar. Pegada a la lana del cordero, la hija del granjero, a ella la pala, y a la punta de la pala, la mujer.
En ese momento estaba saliendo el cura, y viendo lo que sucedía, comenzó a regañarlos y a decirles que no fueran necios y volvieran a sus casas.
Como sus palabras no produjeron ningún efecto, golpeó a la mujer con su bastón en la espalda… Para su sorpresa, el bastón quedó pegado a la mujer, y él a la punta del bastón.
Con esta agradable compañía, el pastorcito prosiguió su camino, y al anochecer llegaron a una villa real, donde encontraron un lugar para pasar la noche en casa de una señora muy vieja.
- “Señora, ¿cuáles son las noticias por aquí?” – le preguntó.
La anciana le dijo que todos estaban tristes porque la hija del rey estaba muy enferma y ningún médico podía curarla; pero que si ella consiguiese reír, mejoraría en un instante. Nadie hasta el momento había conseguido que sonriera siquiera. Además, el rey había hecho una proclama ese mismo día diciendo que quien pudiera hacerla reír se casaría con ella y compartiría el poder real.
El joven apenas pudo esperar a que amaneciese el día siguiente, de tan ansioso que estaba por mudar su suerte.
Por la mañana se presentó en el palacio y explicó por qué estaba allí. Fue entonces recibido amablemente por el rey.
La princesa estaba en el salón. El joven comenzó a tocar la flauta y el cordero a bailar,   pegada a su lana la hija del granjero, en la espalda de ella la pala, en la punta de la pala la mujer, en la espalda de la mujer el bastón, y en la punta del bastón el cura.
Cuando vio esta situación la princesa comenzó a reír, lo que puso tan contento al cordero que sacudió todo lo que tenía en su espalda. Y así el cordero, la joven, la mujer y el cura bailaron sueltos unos de los otros con gran alegría.
El rey casó a su hija con el joven pastor, el cura fue nombrado capellán de la corte, la mujer, pastelera real y la joven, doncella de la princesa.
La boda duró desde un lunes hasta el martes de la otra semana. Todo el mundo bebió, comió y bailó con júbilo.. .Y estoy segura de que si las cuerdas del violín no hubieran estallado, estarían bailando hasta el día de hoy.

Fuente: "Cuentos de oriente para niños del mundo" Ed. De La Tradición