11 de julio de 2010

Cuento: "El Fin"


Cierta vez un hombre que no estaba satisfecho consigo mismo de ser tal como era.  
Para mejorarse, decidió que debía leer y observar a fin de descubrir a qué debería parecerse. 
Naturalmente, pensó que él era competente para prescribir soluciones a sus propios problemas, leyó toda clase de libros, escucho conferencias, habló con otras gentes y pensó mucho.
Al final decidió que sus orejas eran demasiado chicas, sus pies demasiado anchos, y sus brazos demasiado largos. 
Y así fue que salió de viaje para ver si podía remediar esos defectos.
Llegó a un lugar donde los elefantes se reunían y concentrándose al máximo encontró que sus deseos se cumplían: le crecieron unas fantásticas orejas de elefante. 
Pero descubrió que era parecido a un elefante pero no lo suficiente, y la manada terminó por echarlo fuera porque no era ni una cosa ni la otra.
Sin embargo, se sentía contento con sus orejas, sentía que le daban un aire de distinción. No era como la otra gente, se decía a sí mismo, como siempre.
Reanudó su viaje y llegó a una charca donde una bandada de gansos estaba bebiendo. El hombre le dijo al ganso jefe:

-¿Piensa usted que podría permitirme tener un buen par de patas de ganso, ya que me parecen tanto más delicadas que estos horribles pies humanos?-

El ganso jefe aceptó complacido porque siempre le había parecido que no había cosa más elegante que las patas de ganso. Pero el hombre se dio cuenta que no podías seguir con los gansos, pues sus patas de ganso no lo hacían uno de ellos. Dejó la bandada y siguió su camino.
Un mono, el más sabio de toda su tribu, vio al hombre desde su árbol y lo llamó:

-Lo que tú necesitas, mi amigo, es una suntuosa, cola como la del pavo real. Esa cola no sólo sería algo de lo que estarías orgulloso sino que iría muy bien con tus patas y tus orejas.-
Esto impresionó al hombre, le pareció que era realmente una muy buena idea, por lo tanto, se dirigió al lugar donde un pavo real estaba desplegando su suntuosa cola y se la pidió prestada. Ni bien se la hubo puesto, el hombre huyó corriendo a toda velocidad del pavo real y de los bosques.

-Ahora- pensó- soy algo realmente especial.-

Entonces el hombre decidió que era tiempo de regresar a su ciudad. Para su sorpresa la gente, al verlo, reaccionaba de formas inesperadas y diversas. Algunos huían, otros le arrojaban piedras, otros hacían dibujos de él. Llegó un punto en que el hombre ya no supo cómo responder a todo eso.
Fue entonces que alguien resolvió el problema.
Con una gran red capturó al hombre con orejas de elefante, pies de ganso y cola de pavo real... y lo puso en exposición en el zoológico de la ciudad.


De: "33 cuentos Sufies"